14 nov 2015

¿EL GALLO DE POZUELO? ¿QUE ME DICE USTED .......?

El Ruedo 04 de julio de 1944

Un hombre que huele a sevillano.


Cómo yo no he seguido nunca las cosas de los toros y de los toreros con esa meticulosa afición a lo estadístico y a lo biográfico a que tan dados son los aficionados de pura cepa, nunca me había preocupado en saber de dónde era con exactitud Rafael el Gallo. Porque, ¿de dónde iba a ser el torero de la gracia y de la más pura esencia sevillana sino de la tierra de María Santísima y de la Giralda?. Del mismo modo que el Gallo me aseguraba que su apodo era así  porque así tenía que ser, porque nació Gallito por las mismas razones que se nace moreno, yo había pensado durante mucho tiempo que Rafael tenía que ser de Sevilla. Pues, ¿de dónde iba a ser este hombre que ha olido siempre a sevillano juncal desde un Kilómetro?
El día que me aseguraron (hace ya algunos años) que había nacido en Madrid, me quedé muy extrañado. Era algo que jamás había entrado en mis cálculos. ¿El Gallo de Madrid? . Me sonaba la cosa a disparate muy grande. Luego me explicaron que se lo llevaron a Sevilla cuando era muy pequeñito, y sólo así pudieron convencerme. El nacimiento, después de todo, puede ser también un accidente geográfico.


Pozuelo de Alarcón a la vista.


-Yo nací en Madrid, en la calle la Greda, número dieciséis para más detalles, y para que se le olvide a usted eso de Pozuelo.
Lo de Pozuelo, naturalmente, no lo he inventado yo, aunque cuando me lo dijeron me quedé helado. Hay personas que aseguran haberlo visto nacer allí y que dan toda clase de pelos y señales. Pero Rafael no admite esta teoría ni en broma. Yo me atrevo a decir que tampoco. Los demás que crean lo que quieran. Y no es que considere que el pequeño y simpático pueblecito es poca cuna para torero tan grande, sino porque hay que atenerse a la verdad oficial. Es posible que haya otra verdad; pero en todo caso se trata de una verdad sin documentación, sin más pruebas que las verbales de unos viejos vecinos que aseguran que…., que ellos vieron que…, que ellos saben que…
De todos modos, si el Gallo nació en Pozuelo fue por equivocación. De esto si que no puede caber ninguna duda.


Nada menos que don Francisco Arjona Herrera.


Papeles cantan. La partida de nacimiento de Rafael Gómez Ortega no se encuentra en el Registro de Pozuelo de Alarcón. ¿Se ha perdido, o es que no ha existido nunca allí? Probablemente, esto último; ¡ pero vaya usted a saber!
-¿Y por qué no ha de haber podido nacer usted en Pozuelo, Rafael?
-Porque no. Estar si que he estado alguna vez, porque mis padres iban mucho. Pero no se canse. Yo he nacido en Madrid, y de dos años me trajeron a Sevilla. Esta es la fija. Lo que pasa es que a Pozuelo me llevaron mis padres para que me curara una afección que tenía en la vista. Nací, cómo le he dicho, en la calle que se llamaba entonces de la Greda, y que hoy se llama de los Madrazo. Y para que se entere usted bien, fui bautizado en la parroquia de San Sebastián, dónde también lo están aquella gran cantante que fue la Patti y don Francisco Arjona Herrera. ¡Nada menos!


Cúchares debió de ser un tío muy grande.


¡Nada menos! Y yo en la higuera.
-¿Don Francisco Arjona? La verdad, no me suena.
-Bueno, amigo; se ve a la legua que usted, en cuestiones taurinas, es un incipiente.
-Francamente, no me he distinguido nunca en estos asuntos, y si voy a escribir sobre usted es precisamente por esto, porque creen que yo hablaré de usted libre de toda clase de influencias, antecedentes, consiguientes y demás.
-¡Buen parrafito me ha colocado usted, tocayo! Pero, ¿de verdad no sabe usted quien fue don Francisco Arjona Herrera?
-Con la mano puesta sobre el corazón y por la salud de “undivé”, para que vea que me quiero poner en ambiente, le garantizo a usted que no.
-Bueno; pues no lo diga en sus escritos porque sus lectores se van a tronchar de risa. Don Francisco Arjona Herrera, mi antecesor en el uso de la pila, era Curro Cúchares. Ahora diga usted “¡azúcar!”
Obedecí sin vacilar:
-¡Azúcar!
-A Cúchares le pasaba lo que a mí. Se le tuvo siempre por sevillano porque en Sevilla se crió desde que era así de chiquitín. Sin embargo, era madrileño de nacimiento. Cúchares fue un torero muy discutido porque su estilo no encajaba en la escuela rondeña ni en la sevillana. Pero debió ser un tío muy grande, porque en veintiocho años de profesión no tuvo ni un solo percance.
-A usted también dicen que le han tocado poco los toros.
-Pues he tenido, graves, ocho cornadas. A mi los toros me cogían de tarde, pero cuando lo hacían me calaban bien. ¡Cúchares si que fue grande en eso!
-¿Cómo grande? Fue maravilloso. Seguramente un caso único.
-Y que lo diga usted. Cuando se iba para la plaza, creo que les decía a la familia o a los amigos: “Ahora vuelvo” Y volvía tan campante. No falló ni una vez.


Para más datos preguntad en la parroquia.



Pero yo no quería que se fuera tan pronto del bonito tema de su llegada a este mundo. Y por eso insistí:
-¿Cómo se explica usted lo de Pozuelo?
-Eso no tiene más explicación que las temporadas que allí pasaban mis padres, invitados por el que era empresario de la Plaza de Toros de Madrid, don Rafael Menéndez de la Vega, que tenía en Pozuelo una casa y algunas posesiones, y que, como creo haber comentado con usted, era gran amigo de mi padre. Don Rafael fue mi padrino.
En efecto; en los archivos de la parroquia de San Sebastián está a disposición del curioso que quiera verla y convencerse así, de que esta casa es muy seria y no se engaña a nadie, la partida de nacimiento de Rafael el Gallo. Libro 97, folio 102. Nacido el 17 de julio de 1882, hijo legítimo de don Fernando Gómez García, natural de Sevilla, y de doña Gabriela Ortega Ortíz, natural de Cádiz. Bautizado el 2 de agosto de 1882. Abuelos paternos, Antonio y Francisca. Abuelos maternos, Enrique y Carlota. Padrinos, el citado don Rafael Menéndez de la Vega y doña Emilia Díaz del Castillo. Nombre del ministro, Bernardino Quejido. Luego, en unas “Notas”, se deja constancia de la fecha en que el Gallo contrajo matrimonio.


¡Lo que le inventan a uno!


Nacido, pues, un 17 de julio, y lo bautizaron el 2 de agosto siguiente. Y esos días transcurridos entre una y otra fecha podían servir, tal vez, de alguna base a la versión “pozuelera”. Por ello le dije:
-Todo eso está muy bien, Rafael. Pero el caso es que en Pozuelo no lo explican asi.
-¿Qué dicen aquellas buenas gentes?
-Hay una señora ya anciana que asegura que le vio a usted nacer. Que sus padres no tenían entonces más que dos chiquillas y que estaban allí de temporada en casa del señor Menéndez de la Vega.
-Pamplinas. Si eso fuera cierto, estaría inscrito allí.
-Eso mismo pensé yo cuando me lo dijeron. Pero resulta que esta señora, que se llama Luisa Salgado y vive ahora en Madrid, dice que ni le inscribieron ni le bautizaron allí porque a la mañana siguiente lo trasladaron a Madrid en un coche de caballos.
-En un coche de caballos habría tenido que ser, porque entonces aún no se había inventado el automóvil. Siga usted con su cuento.
-Ella misma estaba al lado de su madre de usted, la señora Gabriela, cuando ésta, que se encontraba a la puerta de la casa, se puso repentinamente enferma y la tal Luisa la ayudó a que entrara.
-No está mal traído este folletín. ¡Si se entera Luis del Val a tiempo, la que organiza!
-El hecho es, querido Rafael, que en Pozuelo parecen estar tan convencidos.
-Mejor para ellos.
-Si se le pregunta a cualquiera de allí dónde está la casa en que nació usted, se la indican sin vacilar. Es la casa dónde hoy habita el señor cura.
-¡Si que se ve que están enterados!. Esa casa será la de don Rafael Menéndez, dónde mi familia iba muchas veces. Por ahí debe de venir el lío. Pero que yo nací en Madrid, a eso no le dé más vueltas porque vamos a acabar por marearnos.
-¿Y si fuera verdad?
-¡Hombre, eso no admite discusión! ¡Si lo sabré yo!
-Pero, ¿usted ya tenía noticias de esto?
-Si. Leí una cosa en un periódico y me hizo gracia. ¡Mira que yo de Pozuelo! ¡Las cosas que se les ocurren a ustedes!
-¡Pues, anda, que las que se le ocurren a usted….!
-¿A mi? ¡Si yo no me he metido nunca en nada!
-Es que también me han dicho que una vez que pasó usted por Pozuelo, porque iba de caza o algo así, salió a conversación lo de su supuesto nacimiento en el pueblo, y entonces usted exclamó: ¡“Si eso fuera verdad, ¡que grande serías, Pozuelo”!
-¡Camará! ¡Lo que le inventan a uno! Y el caso es que no estuvo del todo mal el autor de la ocurrencia de la frase. Tiene salero y algo de miga.
-Pero, ¿es de usted o no?
-¡Vaya usted a saber! A veces, está uno con ganas de broma y si dicen que lo dije, a lo mejor es que lo dije por gastar una chanza. Ahora, que yo no me acuerdo. A veces, tengo una memoria fatal.
Y ahora escojan ustedes entre la verdad de Madrid y la verdad de Pozuelo.
Sobre este asunto, ni una palabra por nuestra parte. 
El Gallo se abismó en uno de sus frecuentes silencios mientras se tomaba el café número no se cuantos de aquél día. El cigarrillo rubio, por unos instantes, sustituía, como siempre, al puro acostado sobre la caja de cerillos….


                    RAFAEL MARTÍNEZ GANDÍA